miércoles, 25 de febrero de 2009

UNA FOTO VIEJA



He de guardarla con cuidado.

Nada más entrar en mi cuarto y dejar la bolsa de viaje sobre la cama lo pensé.

Aquella vieja foto del Alex de siete años, colocada hasta hoy en una esquina del espejo del salón de mi tia M a las afueras de Sevilla, testigo mudo dia tras dia de todas sus tardes, desde el verano de 1993 hasta hace unos pocas horas que tuvieron que trasladarla a un hospital, ahora está en mi poder y es responsabilidad mia y de nadie más.



Estaba muy descolorida y doblada, no debía de recibir ya más luz solar, y por eso en seguida lo decidí actuando en consecuencia: ese espacio entre las páginas 140 y 141 de “Sputnik mi amor” pasó a ser su nuevo hogar, sin apenas discusión alguna, un refugio perfecto contra todo y todos, ya no se doblaría, no perdería más color.



La siesta de nada más terminar de comer sobre su gastado sillón de color rojo, la partida de cartas con las vecinas que se pasan a su casa sobre las seis de la tarde, el rosario después, cuando la dejan en paz, la frugal cena: en fin, todo esto pero repetido más de cinco mil veces pues M. era una mujer de costumbres inquebrantables. El rio al fondo, tras el ventanal del salón, la pequeña televisión amarilla, la enorme mesa de madera del comedor que nunca se usa, el suelo de baldosa a rayas naranjas y marrones, el olor a lejia casi permanente, si, ya digo, asi era hasta hoy el mundo de esta descolorida y vieja foto. Y claro, se me olvidaba, los ojos de mi tia M clavados durante horas enteras en ella, y en la foto de mis primas también, situadas ambas y durante dieciseis años la una al lado de la otra pero ahora separadas ya por mas de mil kilómetros de distancia, lo sé, esto es casi tan triste como lo otro, o al menos eso me parece a mi, ¿no?.


Yo no he pensado mucho en mi tia M durante estos años. Algunas veces si, pero siempre como si se tratara de una ráfaga, por unos pocos segundos, sin darle apenas importancia. Esperando en el autobús, en alguna clase aburrida, mientras me cortaban el pelo, rebuscando en la Casa del Libro o en la Fnac ya digo, como quien se acuerda de repente de un viejo jersey que tenía hace años, o del antiguo coche de sus padres, o de un cd que nunca llego a comprarse y que ahora por casualidad suena en algún hilo musical. Y está mal. Y además le hace sentir a uno fatal.



Ese Alex de 1993, el de dentro de la foto, columpiándose, permaneciendo inmutable año tras año, y haciéndole compañía cada tarde, mientras poco a poco va perdiendo su color , viendo por último como a las nueve de la noche y pase lo que pase ella se va a la cama a dormir, frente al otro Alex, el de verdad, ese que desde ese verano de 1993 hasta hoy apenas habrá estado con ella dos o tres veces más, y mostrándose siempre tan distante además, ese que tanto se ha complicado la vida desde el 2001 y que tan poco ha disfrutado de la misma siempre tan preocupado por ser uno más, por no serlo, por estudiar, por no estudiar, por estudiar y trabajar, por estar aún dentro del armario, por no estar tan al fondo del mismo como a veces quisiera, por mil tonterías mas: Ya pasó la época de los bailes y él no quiso bailar con casi nadie y tampoco sacó a casi ningún chico para hacerlo con él.

Creo que nunca será demasiado feliz la verdad.


Estoy casi seguro de ello

3 comentarios:

  1. Pues yo creo que ese chico todavía está a tiempo de serlo.
    Ánimo! ;)

    ResponderEliminar
  2. Quizás a Alex le falta un poco de autoconfianza y le sobran miedos.

    O quizás se complica demasiado la vida pensando e el que dirán.

    A saber, pero es mejor vivir siendo uno mismo, se vive mejor, aunque solo sea un poco mejor ya merece la pena.

    Abrazos

    ResponderEliminar
  3. Alex. Solitario. Algún día contestarás a tus comentaristas. ?.

    ResponderEliminar