lunes, 30 de marzo de 2009

1976 Primera parte

5


Soñaba con poder pasear cogido a ella de la mano, con no poder parar de reírse al oírla hablar.

Soñaba con abrazos seguidos de escalofríos, con besos románticos pero nada más y ya sabes a lo que me refiero.

Soñaba con poder a su lado vestir más alegre de lo que lo hacía, con conocer a gente que realmente mereciera la pena.

Soñaba con , gracias a ella, volver a encontrar su camino sobre todo.



Ella había sido Chuska al principio de curso, hasta que oyó que se enrolló con dos chicos diferentes el mismo fin de semana.

Luego Cristina había ocupado su lugar, pero en una fiesta en un chalet cercano al suyo, Suso la había visto bailando en el jardín medio desnuda y le había parecido tan ridícula, tan lejos de lo que él esperaba de ella .

La última se había llamado Anuska, una chica de la clase de piano , de la que por cierto y desde que había abandonado dichos estudios de piano la pasada primavera no había vuelto a saber nada .

Ojeó discretamente sin sacarlos de su bolsa las portadas de los discos que había comprado al principio de ese dia que en ese momento de repente le pareció que había sido tan largo.

Le dió vergüenza sacarlos fuera, que la gente del autobús viera la música que escuchaba.

Le dió vergüenza ser él mismo en realidad.

Sopló de nuevo para quitarse de encima de los ojos el maldito flequillo.

Vió su cara reflejada en el espejo retrovisor.

Puede que se guapo pero puede también que sea feo le dio por pensar.

lunes, 23 de marzo de 2009

1976 Primera parte








3







Tenía pánico a sus propias preguntas más que nada. A sus propios pensamientos.

No obstante creía que poco a poco , por fin, ya los iba controlando y por eso sabía como hacer para que no le afectaran en su vida normal, no le hundieran cada vez que sin previo aviso aparecían.

Pero tampoco estaba muy convencido de ello.
Nada en realidad.



Mientras, el metro iba a toda velocidad.

Como Suso estaba seguro que de un momento a otro le llamaría por eso consultó su teléfono móvil de nuevo.
Alguien que te deja en tu buzón algo que has escrito treinta y dos años atrás y que escribe su número para que te pongas en contacto con él….Yo no esperaría ni un minuto al menos. Me lanzaría.

Tenía aún que parar en Sants –se acordó- y recoger unos cuantos discos de vinilo de segunda mano que había comprado por la mañana y que había dejado en una consigna de la estación antes de ir a casa de él. Nada memorable desde luego, aunque a lo mejor hasta alguno de ellos le resultaba interesante. Uno de la B J H, el “Love Beach” de Emerson Lake & Palmer, su decadencia, y por último “The friends of Mr Caro” de Jon Anderson y Vangelis. Entre los tres no habían llegado a costarle más de cinco euros. Una ganga vamos. Y luego tendría que salir disparado hacia casa pues no había resuelto ni una sola de las ecuaciones que pensaba haber hecho ayer sábado, o ninguno de los análisis sintácticos que en teoría el viernes por la tarde tenía que haber dejado finalizados y no quería meterse en problemas de nuevo.


4

Suso miró fijamente , como si fuera una obra de arte, algo realmente bello e irrepetible, aquella hamburguesa acompañada de patatas fritas y una Coca Cola.
Se dijo a si mismo que llevaba toda la tarde andando y que se la merecía. No iba a engordar más por tomársela.
Sabía perfectamente que para su madre esa excusa nunca sería válida. Ella no le dejaba tomar nada de chocolate o bollería a media tarde, ni Cola Cao por la noche, o pan para acompañar cualquier comida, recriminándole siempre lo gordo que estaba.
La cuestión era que se veía delgado en el espejo cada vez que se miraba en él, y sus amigos le decían que solo lo estaba un poquito, que no había porque preocuparse. Pero sus padres sin embargo, sus padres siempre terminaban por estropeárselo todo, pues no dejaban de repetírselo desde hacía meses, una vez al día por lo menos, estaba gordísimo.
Debería como ellos hacer algo de ejercicio, comer más sano le aconsejaban siempre.
Ahora ellos dos estaban a más de mil kilómetros de distancia asi que tampoco tenía porque tenerlos demasiado en cuenta concluyó.

Estaba sentado en la planta de arriba de la hamburguesería tras haber salido de la estación de tren a las diez en punto de la noche en vez de haber continuado la ruta hacia su casa. Rodeado de gente que en su mayoría como de costumbre se encontraba acompañada.
También estaba a la expectativa, seguro de que por fin algo le iba a pasar, al menos nada más sentarse allí, pues luego poco a poco su ánimo como de costumbre fue decayendo a medida que se hacía más evidente que la oscuridad en la calle ya era casi completa. Recordó esas tardes del ultimo dia del año, Nochevieja, cuando era un crio aún, esas frias tardes en las que también parecía una vez que se había hecho de noche algo mágico iba a suceder, tenía que suceder, y en las que finalmente por supuesto nunca pasaba nada.

Keith Emerson mientras pensaba en todo esto llenaba su cabeza de sonidos chirriantes.

Si, necesitaba hablar con alguien, que alguien le hablara, se interesara por su vida, le dijera algo y él a su vez, como contrapartida, pudiera también contarle al menos un poco de su vida. En las últimas cuarenta y ocho horas lo único que había dicho había sido el nombre de la hamburguesa que ansiosamente ya estaba devorando, si quería patatas fritas o no y la bebida que deseaba, apenas veinte segundos le había tomado.
Necesitaba algo más en sus vacaciones que su profesor particular, El Marcos como le llamaban todos, pero sabía que conseguirlo era casi imposible por mucho que él pusiera de su parte.
La vida iba por un lado y él por otro.

Se acordó de su viejo Renault Megane de color verde oliva.
Reconocía a esas alturas ya el sonido de su motor pues lo oía llegar todas las mañanas a las nueve en punto, medio dormido aún en la cama.
Siempre rezaba porque no fuera él pero desgraciadamente si que lo era y enseguida sonaba el timbre y tenía que abrirle la puerta del jardín primero y luego la de casa, y en cinco minutos empezar con las clases particulares de recuperación un dia más.
El Marcos había sacrificado su verano, se había quedado a solas en Barcelona mandando a su mujer e hijos al pueblo para ganarse un dinero extra dando clases a chicos como él.Era un hombre muy delgado pero con una tripa enorme, de pelo grisáceo, con una cara que denotaba siempre cansancio y unos pequeños ojos verdes incrustados en la misma que parecía por la expresión que ponía que no le funcionaban demasiado bien, que apenas podía ver algo a través de los mismos.
Curiosamente él era uno de los profesores que le había suspendido en el colegio.
Con eso quedaba todo dicho.
Tenerlo en casa todos los días después de todo lo que le había hecho sufrir en la pizarra durante el año, sabiendo de primera mano aún más detalles de su desastrosa vida fracasada como estudiante, era una humillación más. La primera vez que lo vió en casa Suso quiso morirse, ser otra persona. No podía imaginar una vejación mayor.

En el fondo es una perdida de tiempo – recapacitó - pues cada vez me encuentro más y más perdido y entiendo menos cosas. Quizás debería plantarme definitivamente y repetir curso otra vez o dejar el colegio. Soy el único desastre que conozco. En clase claro que hay chicos que también suspenden pero no casi todas . Mi padre y mi madre eran muy buenos estudiantes. Mis abuelos también. El problema es que nada me importa demasiado, todo me da igual, soy un especialista en dejarme llevar creo.

Asoció de repente el placer que le produjo probar aquel helando de nata y con trozos de M&Ms que había comprado como postre , con el momento justo en que El Marcos daba por terminada la clase a las dos los viernes y empezaba a recoger todos sus libros metiéndolos en una gastada cartera de piel marrón. Suso se sentía tan liberado, tan feliz y relajado en ese instante. Durante unos pocos minutos quedaba aún tanto tiempo para la próxima clase que hasta parecía que esta nunca iba a existir, que aquello si que eran unas vacaciones y un verano de verdad.

jueves, 19 de marzo de 2009

1976 Primera parte


2



Calle del Canal catorce, dieciséis, dieciocho.


Supuso que vivir allí, en cualquiera de los chalets de aquella calle, no sería muy distinto de ser una abeja y estar dentro de una colmena, o bien de ser una hormiga que cada noche termina siempre por volver al hormiguero.

A la salida de Barcelona cientos de pequeñas casas unifamiliares adosadas y distribuidas en unas pocas calles al lado de una autopista.


Se dio cuenta que de una de ellas salía algo de música a través de una ventana que alguien había dejado abierta .

Otra, en su azotea, tenía algo de ropa tendida pero ¿quién sabe?, a lo mejor se trataba solo de engañar a los ladrones, de hacerles pensar que no se habían ido de vacaciones.

Hacía aún mucho calor en cualquier caso y apenas había coches aparcados en la calle. La mayoría eran además furgonetas de carga, de color blanco y llenas de golpes y roces, con los cristales traseros llenos de pegatinas.

Calle del Canal cuarenta, cuarenta y dos, cuarenta y cuatro.



Sin saber porque entonces se acordó de algo que le había pasado al otro lado de la ciudad, nada más salir de su casa, cuando caminando por la acera se había encontrado con un niño de unos once o doce años montado en una especie de reproducción de coche de Fórmula 1. Le había dicho todo serio que no podía pasar por ese trozo de acera que estaba a punto de recorrer pues era suyo, o de su familia mejor dicho, y en ningún momento nadie de la misma le había dado permiso para hacerlo. Su padre entonces salió rápidamente del jardín de la casa algo preocupado, con una sonrisa como disculpa y regañando a su hijo a la vez .Suso también le sonrió, en realidad no solo a él sino a su hijo también. Le había dado tanta pena. Era un chico gordito, que hacía cosas aún de niño pequeño, del que seguro que sus amigos se reían. Tenían demasiadas cosas en común como para enfadarse entre ellos. A veces lo pagamos todo con quien menos se lo merece pensó un poco triste.

Calle del Canal sesenta y ocho , setenta, setenta y dos.



Echó un último trago a la botella de cincuenta centilitros de agua mineral. Encendió su mp3 y Peter Frampton comenzó a sonar. Si un coche pasara por allí mismo y lo atropellara y dejara inconsciente en el suelo todos se sorprenderían de encontrarse bajo ese sol abrasador a un chico de diecisiete o dieciocho años escuchando esa música. No importaría nada que luego en el hospital descubrieran que en realidad tenía casi veinte años.

Peter Frampton, Yes, Led Zeppelin, Emerson Lake Palmer ¡quien demonios era ese chaval!, ¿De dónde podía haber salido? se dirían entre ellos se imaginó.

Calle del Canal ochenta, ochenta y dos y ochenta y cuatro, por fin casi había llegado. No había vuelta atrás.


El sol a lo lejos estaba a punto de empezar su ruta descendente de todos los días.

Un repentino olor a cloro de repente lo había impregnado todo.

En un cartel observó que si giraba a la izquierda en el próximo cruce se daría de bruces con la piscina municipal.

Calle del Canal ochenta y ocho.

Por fin.


Decepcionado Suso descubrió que era otro chalet exactamente igual que los anteriores. Sin nada que lo hiciera resaltar.

Como mucho una maceta con unas cuantas plantas muertas en la jardinera de la ventana contigua a la puerta de entrada.

Por lo demás el mismo color entre anaranjado y rojizo de los ladrillos, las mismas persianas de color blanco, la misma baldosa marrón del suelo.

Tomando aire, llenando sus pulmones, Suso sacó un papel doblado del bolsillo trasero de su pantalón y echándole una última mirada finalmente terminó por introducirlo dentro del buzón.
Ya estaba hecho.

Un escalofrío recorrió su espalda.

Dándose la vuelta pocos segundos después inició el camino de regreso a casa, el mismo de antes pero al revés.

No tenía miedo de volver a encontrarse con todas sus antiguas preguntas de nuevo. No es que tuviera las respuestas pero ya había levantado bien sus defensas, esas que le hacían casi inexpugnable.

Era un desastre. Estaba condenado a la más absoluta de las infelicidades, de las soledades. Nunca nada cambiaría.

Y por primera vez en mucho tiempo pensó en “él” pero muy escépticamente, nada que ver con todas esas ensoñaciones que tumbado sobre su cama muchas noches de ese verano había construido.

¿Cuántos años tendría?. Mínimo cuarenta y cinco.

¿Cómo sería en 1976?. Desde luego nada parecido a como yo lo soy treinta y dos años después.

Una imagen de si mismo en blanco y negro, vistiendo unos pantalones vaqueros acampanados y con media melena y un poco de barba ocupó por completo su cabeza.

No pudo evitar reírse un poco.

domingo, 15 de marzo de 2009

1976 Primera parte


Agosto 2008


1



¿Porqué no corría prisa antes de cumplir los dieciocho años?

Se paró en seco, sorprendido por su propia pregunta. Sintió que su vida no valía gran cosa a fecha de esa calurosa tarde de verano, cinco o seis de Agosto, y no estaba seguro, pero probablemente aún valdría menos dentro de unos años, cuando su juventud fuera ya algo pasado y estuviera encadenado a algún trabajo miserable, machacado irremediablemente por la soledad y la frustración de seguir adelante dia tras dia sin novedad alguna.

Se fijó a continuación en sus viejas zapatillas de deporte de color granate, en su camiseta morada que tapaba su ya incipiente barriga, en los pelos de sus piernas y contó en meses, veinte , el tiempo que había pasado desde que había alcanzado la mayoría de edad y de nuevo se puso a caminar, convencido que nunca lo lograría, que lo mejor sería irse acostumbrando a ello, a vivir con esa ansiedad, a saber sobrellevarla lo mejor posible, a aprender a disimularla siempre que fuera posible ante sus amigos.

¿Porqué no corría prisa antes de cumplir los dieciocho años y nada más cumplirlos se convirtió en algo tan importante?

Siguió andando. La pregunta ya no le hacía tanto daño tal y como comprobó. Podía repetírsela sin agobiarse demasiado y además, en caso de extrema urgencia, siempre estaba Lidia, una chica delgada y muy pálida, con el pelo cortado como si fuera un chico más, fumadora empedernida, que según decían sus amigos era pan comido.

Pero ¿Y el amor? .

Maldita sea! no consiguió evitar a tiempo de buevo una pregunta tan incómoda, mala suerte, malísima suerte en realidad.

¡El amor era una parte tan importante de su vida aún sin haber disfrutado del mismo!

¡Soñaba tanto con el!.
Era un viejo conocido y un perfecto extraño a la vez.

En cualquier caso parecía como algo reservado a los demás, a todos esos que sin embargo no creían en él o lo despreciaban.

En realidad como el resto de las cosas de la vida que siempre son disfrutadas por quienes en verdad menos las necesitan pensó Suso soplándose su largo flequillo castaño, ese que a veces llegaba a taparle sus grandes ojos de color verde, parte de aquella cara como de niño antiguo que tenía, muy de los años treinta, de foto en blanco y negro, tez muy blanca y grandes mofletes, con expresión de no haber roto un plato en su vida.

Pero ¿Y el amor?, ¿Cuál era su relación con él?, ¿Qué futuro le podía estar esperando?.

Estuvo tentado de pararse de nuevo, de quedase quieto otra vez allí, en la mitad del puente que cruzaba por encima de la carretera, para que alguna idea genial le alcanzara de pleno y le solucionara así gran parte su vida respondiendo de paso y para siempre a aquella pregunta, pero no, continuó andando, ajustándose la gorra de color negro y colocándose sus alargadas gafas de sol.

Como siempre tenía tiempo de sobra para unas cosas pero le faltaba para otras.

Tres semanas hasta que sus padres volvieran. Una hora como mucho antes que anocheciera.

sábado, 7 de marzo de 2009

MUSIC TV

Dos chicos sentados frente a una enorme pantalla de televisión , a menos de un metro de ella.

Parece que es incluso posible, dada su proximidad a la misma, que en cualquier momento la estrella del videoclip de turno de repente les pueda agarrar del cuello y llevárselos a continuación dentro de la pantalla, donde serían felices al menos por unos minutos rodeados de vehículos de lujo, modelos de apariencia latina de ambos sexos, todos ávidos de sexo.

Es la típica escena en una pizzería de la calle Aragón de un viernes por la noche. Marta y yo estamos sentados tres mesas detrás suyo y mientras, afuera, estoy seguro que los teléfonos echan humo pues no dejan de sonar concretando citas, los chats andan hasta arriba de gente ya que si no haces realidad tus sueños el viernes por la noche ¿Cuándo demonios los vas a hacer?, pero ellos dos parecen ser de otro mundo ya digo, mientras esperan como nosotros a que su pedido les llegue a la mesa, apenas se hablan o se miran entre ellos, es normal supongo.



Dos chicos sentados frente a una enorme pantalla de televisión, a menos de un metro de ella.

Podían fijarse en algunas chicas realmente guapas que hay en una mesa cerca de la suya. De esas que van enseñándolo todo o casi todo, que piden silencio a sus amigas, que cese el alboroto, cuando el chico al que persiguen de repente les llama por teléfono o envía un mensaje.

Pero no.

También hay chicos muy guapos para que negarlo.

Calculo asi por encima que muchos de ellos deben llevar un 400 Euros encima en ropa, entre calzoncillos , zapatillas de deporte , vaqueros y camiseta. No sé si es normal o no, cuando eres realmente joven no te paras a pensar en estas cosas, eres como un coche nuevo recién salido del concesionario, sin rozadura o golpe alguno. Ellos, lo mismo, además cada uno en su estilo me atrevería a decir que es perfecto, inmejorable. Pueden pedir a su cuerpo una noche de fiesta y al dia siguiente este no se resentirá lo más mínimo, pueden empalmar un dia con otro y apenas notárseles. Un dia no será asi.



Dos chicos sentados frente a una enorme pantalla de televisión, a menos de un metro de ella.

No se enteran que la pizzería está a reventar, que suena el teléfono una y otra vez para un encargo más, que la cola para pedir ya es de cinco personas, que los motoristas de reparto entran y salen de la cocina constantemente tras consultar un mapa, no se dan cuenta del beso en la boca que uno de esos motoristas da a una de las chicas que atienden, ni de que cuando ella va a decirle algo de repente una nueva llamada teléfónica no se lo permite, ella entonces no tiene más remedio que sustituir todo aquello que quería contarle por una sonrisa, una sonrisa que el parece guardar y colocar sobre su rostro cuando a continuación y pasando a nuestro costado derecho se dirige de nuevo a su moto para otra entrega más.



Dos chicos levantándose a la vez poco después que den las once y un motorista de reparto haya en consecuencia apagado la enorme pantalla de televisión para empezar a recogerlo todo un poco.

Marta dice que es injusto que dentro del mileurismo yo gane 212,15 Euros más que ella. Su teoría es que es mucho más fácil tratar con números y celdas de Excel que con gente como tiene que hacerlo ella.

Gente que no es mala pero que de repente una semana cambia por completo y se pone insoportable haciéndole a ella la vida imposible.

Gente que si es mala y retorcida y que solo quieren que ella dimita para ocupar ellos su puesto.

Gente pelota pero sin mala intención, muy sola supone ella, que incluso copía su forma de vestir y de hablar y que desesperadamente busca ser amiga suya también fuera del trabajo.

Gente egoísta para la que no existe más gente, que siempre tienen que salirse con la suya.

Gente a la que nadie entiende, que nunca dice no a nada, que dejan que la toreen, que solo quiere trabajar lo máximo posible pero sin aspiración alguna, que tan solo espera seguir allí frente a su pantalla de ordenador y atendiendo una centralita toda su vida.

lunes, 2 de marzo de 2009

COSTUMBRES ADQUIRIDAS


Tan solo fue otro viernes mas.


Quedamos donde siempre y de nuevo volviste a aparecer con cinco minutos de retraso, sonriente, entre la oscuridad, un clavo ardiente al que agarrarme, al que sujetarme con fuerza como si , en serio, la vida me fuera en ello.


Poco después estábamos ya los dos muy pegados el uno al otro, dentro de un cajero próximo al que habias acudido para sacar dinero, yo situado a tu espalda, observando tu pequeña cabeza, el mundo tal y como se ve a traves de tus gafas.


De repente sentí como si mi cuerpo y el tuyo estuvieran unidos por un buen numero de tubos. De alguna forma tu me dabas la vida, eras como una de esas maquinas que en los hospitales respiran por ti, te limpian la sangre, en resumidas cuenta te mantienen a flote. En el momento en que te separes de mi -pensé mientras contabas el dinero- rompas, mi vida rapidamente se extinguirá, no habrá ya posibilidad alguna.



Tu ya conoces todas mis manias a la hora de cenar y yo ya se distinguir tu coche entre los demas coches del parking.


Yo ya se que lo vas a intentar y por eso es que la encuentras siempre dura cuando me la tocas por las escaleras de bajada.


Tu ya sabes lo que me gusta sentirme deseado,que me digas que te cuente todo lo que yo he
hecho en ese baño con desconocidos antes de ti. Tu ya das por supuesto, desde luego, conoces de antemano , que la mitad de esas historias que te cuento son historias inventadas, historias que tan solo hacen que todo sea mejor y más excitante para los dos.



Hubo un tiempo en que tenia que indicarte como llegar a Garraf y más concretamente al chalet de mis padres. Un tiempo en ue hasta teníamos que parar antes de llegar al mismo ,nada más salir de la autopista, porque te apetecía volver a comérmela.


Hoy, casi un par de meses después, sigo pensando lo mismo , que cada noche de viernes con los dos recluidos en mi pequeña habitación, la única habitación de la casa a una temperatura aceptable, y abrazados bajo la cama sigue justificando en gran parte el resto de mi semana, hasta un poco la vida si quieres.



No importa lo que esté por llegar, o el que mis padres un sábado por la mañana nos puedan pillar,no importa. Te diría incluso que hay veces de madrugada, a punto de quedarme ya dormido a tu lado, nada más iniciarse el fin de semana, en que de repente el próximo lunes me ha parecido algo tan lejano, tan irreal, que era casi como si nunca fuera a llegar, menuda estupidez ¿no?.




Solías levantarte siempre con ganas de follarme. Insistías siempre para que te dejara y sigués haciéndolo. Cansados luego dormíamos hasta mediodía casi, en que los dos volvíamos a Barcelona. Las últimas semanas sin embargo te ha surgido algo, al menos eso me has dicho, y por eso nada más levantarte has tenido que marcharte, dejándome desnudo bajo las sábanas, pidiendo a gritos toda esa acción que antes si que me dabas.